lunes, 11 de septiembre de 2017

 Meter séptima y octava marcha en el remo astillado de nuestra vida para no perdernos como cae la lluvia en el mar de esta ciudad seca de acosador cielo azul perpetuo. Llamarnos a nosotros mismos sospechosamente y en voz alta valientes o locos sabiendo que no hay diferencia.

Odiamos escondernos.
Odiamos ser titires de tiranos titeres.
Odiamos vestirnos de mascaras crueles y pequeñas.
Odiamos a la gente feliz con cara triste.
Odiamos hacer de vuestra vida la nuestra.
Nos odiáis por ser valientes y locos.

Porque detrás de nosotros dejamos estelas irreverentes porque vamos al revés.
Porque estamos y no estamos. Bailando o no. A tu lado o en otro universo. Porque no sabemos cuando empezamos ni cuando acabaremos. Somos el caos que envidia el orden del error.
Somos promesas, espejismos, instantes perpetuos de tu memoria, jugamos siempre con todo. Somos la moneda en canto. Giramos y giramos arriesgados y ardemos mirándoos a los ojos. Somos jodidamente nosotros. Adorables y dulces cretinos que corremos hacia ti para rozarte mortalmente. Os olemos y os perseguimos sin saber quienes sois.

Te susurramos una y otra vez: hazlo, no lo pienses, hazlo.
Hazlo.

Dormimos en vendavales y ciclones y vosotros os escondéis de ellos. Nos enredamos en vuestros pensamientos, enredados en las manos, gemimos en vuestros éxtasis sexuales. No podéis vivir sin nosotros aunque nos odiéis porque siempre indómitos nos dejamos llevar libres. Sobrevolamos el peligro con risas y vosotros nos acusáis con el dedo sin dirección alguna haciéndoos perder la cordura.

Hazlo. Porque los locos sabemos volar pero no aterrizar.
Y tú eres valiente y un loco.